domingo, 14 de septiembre de 2014

Experiencia editorial en La Paz


La vida tiene raras casualidades. Una de ellas fue que la Feria Internacional del Libro de La Paz me encontrara justamente en esa ciudad. Solo bastó escuchar la publicidad para comprometerme a pasar, aunque más no sea por una hora.

Es imposible no comparar esta feria con la de Buenos Aires. Pero tampoco conozco otras (me perdí la de Guadalajara por unas semanas), así que trataré de limitarme a describirla y comentar sobre los libros que compré.

La FIL de La Paz se llevó a cabo en una de las plantas del nuevo Centro de Exposiciones de La Paz "Chuquiago Marka", del 30 de julio al 10 de agosto (2014). Sinceramente esperaba encontrar más stands, teniendo en cuenta que había stands oficiales como el del país invitado, Uruguay, el de la embajada argentina, el de la alcaldía, entre otros.


También llamó mi atención el hecho de que los stands orientados al público infantil no estuvieran en un sector específico. Sin embargo, observando esto llegué al stand que me sorprendería totalmente: el del Ministerio de Comunicaciones del Estado Plurinacional. Mi sorpresa no solo se da porque estaba orientado al público infantil sino porque se vendían libros aparentemente biográficos del presidente Morales. Uno de esos libros se titulaba Evo y el sueño de volar. Con la intención de no participar en ese tipo de captación no compré el libro, pero hoy me arrepiento ya que es un material que abriría el debate en cualquier parte del mundo.



Contrariamente, me sorprendió para bien encontrar un stand dedicado a una saga infantojuvenil boliviana: Benjamín. Tuve el gusto de poder charlar con su autora, María Sarah Mansilla (otra linda casualidad que seamos tocayas). Estoy segura de que, en nuestra breve, pero cálida conversación, ambas nos nutrimos de atractivos conocimientos en lo que a la edición se refiere. Me comprometí a darle mi opinión sobre la última de las obras, Benjamín en Santo Corazón, y ya terminé de leerla por lo que en breve me pondré en contacto con Mansilla.


Siguiendo con las ediciones para el público infantojuvenil, en un stand de liquidaciones, encontré un libro que obtuvo el premio de literatura infantil ENKA de Colombia en el año 1998: La pluma de Miguel. La reseña atractiva y el anuncio "sexta edición" me convencieron de llevar el libro, pero fue el enterarme de que algunos maestros han utilizado esta obra en sus clases lo que despertó mi curiosidad. Este libro está en el segundo lugar en la fila de "libros por leer" de mi biblioteca.


Otro hallazgo fue la colección Baño mágico, orientada a los más pequeños de la familia y tratando de que los libros formen parte de sus vidas desde temprana edad. En estos libros podemos ver a los personajes en blanco, pero inmediatamente al estar en contacto con el agua se visualizarán los colores de cada uno de ellos; al secarse vuelven a estar en blanco. No sé si estos libros-juguete ya estaban en el comercio editorial de nuestro país porque no tuve la oportunidad de ir a las últimas ferias del libro infantil, pero me pareció un material que tenía que traerme.


A esta lista se sumaron Recetario amazónico de Dios, de Nicomedes Suárez Araúz, y La Interculturalidad como herramienta de emancipación. Hacia una redefinifición de la Interculturalidad y de sus usos estatales, de Jorge Viaña Uzieda. El primero está compuesto por 21 poemas sobre la región amazónica y su historia, escritos como clásicas recetas de cocina, junto con una entrevista a su autor. El segundo está basado en un proyecto de investigación, editado por el Instituto Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello, en mi opinión, con un diseño de tapa muy distintivo y atractivo.


Pero no solo en la FIL hay libros. En el Museo Nacional de Etnografía y Folklore pude deleitarme descubriendo hermosas obras editadas por la propia institución. Una de ellas es Rostros andinos, un libro fotográfico con una mirada antropológica de la comunidad boliviana. Otra es Los diversos rostros del alma, basado en la exposición permanente de las máscaras que se utilizan en los bailes folclóricos del país andino. Y la tercera, 50 años. 1962-2012, hace un repaso de la historia del museo y de las exposiciones que se organizaron en él.





Más allá de estos hallazgos, siento que este país culturalmente único todavía tiene mucho camino editorial por recorrer. Esta opinión no surge solo de asistir a la FIL de La Paz, si no de haber recorrido varias ciudades y no encontrar librerías generales, tan comunes en Argentina; de haber leído ya un par de libros editados en Bolivia sin un correcto "cuidado de la edición"; de notar la necesidad de un editor en carteles informativos en museos e instituciones públicas; de no ver lectores inmersos en alguna obra.

Seguramente esto sucede también en muchos otros países o regiones. En mi viaje por el altiplano también fui por una región de Perú y noté la misma falencia que describo en esta nota, pero publico mi opinión solo sobre Bolivia, con mucho respeto, por haber pasado más tiempo allá y por un interés sincero en el futuro editorial de un país que amo, por ser el de mi familia.

Ojalá que en el corto plazo Bolvia se desarrolle en el ámbito editorial tal como lo viene haciendo en otros ámbitos: con fuerza y orgullo.

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