viernes, 15 de noviembre de 2013

Amate books, pequeña librería para turistas



Ya en la última etapa de mi viaje me encontraba en la ciudad de Oaxaca, otra ciudad mexicana que combinaba ambientes coloniales, ruinas arqueológicas y festividades.

Horas antes de partir de este hermoso lugar encontré una pequeña librería sobre la calle Macedonio Alcalá, una de las peatonales más importantes de la ciudad. Se trataba de Amate books, una librería que se asemejaba a una antigua biblioteca; el ambiente era tranquilo y muy cálido.

Se observaban estanterías y bibliotecas antiguas hacia el fondo de la librería pero los lectores prácticamente se chocaban con dos grandes mesas en la entrada. No había mucha gente en la librería, solo unos pocos turistas.

La primera mesa tenía títulos sobre historia y actualidad, cocina, estudios antropológicos y fotográficos, diseño e indumentaria, hallazgos arqueológicos, cultura maya, entre otros, todo sobre México, pero lo más llamativo era que  todos los títulos se encontraban en inglés. En ese entonces me pareció evidente que la librería se orientaba a los turistas cuya lengua fuera esa, el inglés.

La segunda mesa, más alejada de la entrada, tenía títulos tanto en inglés como en español, y la mayoría de los libros se orientaban a la festividad que estaba finalizando: el Día de los Muertos. Muy pocos lectores caminaban más allá de estas dos mesas. Hasta ese momento seguí suponiendo que se trataba de una librería general que apuntaba más hacia el público turista. Sin embargo, luego me daría cuenta de que se trataba de una librería orientada completamente a ese público, ya que su diferenciación era la selección de libros sobre México, en inglés y de calidad.

El comportamiento de los lectores era el "normal": revisar las mesas, levantar el título más atractivo para ellos, leer las solapas y contratapas, y dejarlo nuevamente en la mesa o separarlo para una posible compra.

Lo más contrastante en comparación con la librería Gandhi era que se notaba claramente que el ritmo de los lectores era otro. Todos los "buscadores" de libros se tomaban su tiempo para verlos, analizarlos y elegirlos, sin presiones y sin considerarlo un trámite.

También pude notar que los libros no poseían retractilado por lo que los lectores podían hojear las páginas preliminares del libro con libertad y sin restricciones.

En cuanto a la atención de los libreros, básicamente era atender la caja y la cobranza de los artículos comprados. No había nadie del lado de las estanterías por lo que no había una ayuda cercana para aquellos lectores que hubieran tenido dudas o necesitado consejos, recomendaciones u orientación.

Respecto a los servicios, la librería no ofrecía más que un espacio relajado para elegir los libros y bolsas biodegradables para las compras efectuadas.

Sí puedo afirmar que comercializaba más que libros. Cerca a la caja había tarjetas y postales de México y del Día de los Muertos, así como también recuerdos y folletines en oferta.

En resumen, me pareció una librería que trataba de dar a su público un espacio clásico y familiar donde encontrar libros sobre temas de su interés actual y en su idioma.

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